programa
Sinfonía fantástica
H. Berlioz
Episodios de la vida de un artista en cinco partes
I. Rêveries – Passions (Sueños – Pasiones)
II. Un bal (Un baile)
III. Scène aux champs (Escena en los campos)
IV. Marche au supplice (Marcha al cadalso)
V. Songe d'une nuit du sabbat (Sueño de una noche de sabbat)
notas al programa
“Un mal de amores a la vanguardia”
Irene de Juan Bernabéu
A menudo los mayores de las familias se quejan de que los más jóvenes no valoramos hechos o inventos que en su juventud fueron revolucionarios: el tocadiscos, la lavadora, la posibilidad de votar democráticamente… son cosas que damos por hechas quienes hemos nacido con ellas en el mundo, y muchas veces las consideramos superadas por otras más modernas y perfeccionadas.
Si comienzo las notas con este ejemplo tan cotidiano como poco musical es para remarcar que la obra que escucharemos en este concierto fue en su momento, en el París de 1830, absolutamente revolucionaria. Si la escuchamos desde nuestra perspectiva, con el cine y las óperas de Wagner por delante, no somos conscientes de lo que supuso en la época, cuando no existían ni Wagner ni John Williams o Spielberg. Así que vamos a situarnos allí, como público de aquel estreno en el Conservatorio de París el 5 en diciembre de 1830, para acceder a lo novedoso de la obra.
Lo primero: la concepción de la misma. Estamos ante un “drama instrumental” (Berlioz dixit), es decir, el despliegue de una historia, como en las óperas, pero recurriendo únicamente a la música instrumental, sin voz ni palabras. El compositor lo tituló Sinfonía Fantástica, “Episodios en la vida de un artista”, y entregó a cada espectador un “plan” escrito que debía ser considerado como las palabras en la ópera, “imprescindible”, de acuerdo a su criterio, para entender la obra. Nos encontramos, por tanto, con una obra a medio camino entre la ópera y la sinfonía, entre lo musical y lo literario, paradigma del concepto de música progamática que tan importante sería a lo largo del siglo. Y es que Berlioz tuvo dos fuentes de inspiración artística principales: de un lado, una literaria, el Fausto de Goethe; del otro, una musical, las sinfonías de Beethoven. Si sumamos ambas, comprenderemos mucho de lo que sucede en la Fantástica.
Pero el motor de la creación, reconozcámoslo, no fue ni Goethe ni Beethoven, sino ella, la idée fixe, la obsesión, una mujer-actriz: Harriet Smithson, que Berlioz conoció interpretando las obras de Shakespeare en París. El flechazo fue intensísimo, la persiguió con cartas que no respondía, trató de contactar con ella… y aquel joven de 26 años se decidió a componer una sinfonía en torno a esa locura de amor, con el objetivo de que trascendiera y se hiciera famosa, dándole notoriedad ante la inalcanzable Smithson. Menudo era él.
La historia se articula en cinco movimientos (como cinco son los actos de la Grand Opéra de la época) que nos van conduciendo por la historia que Berlioz creó en su imaginación a partir de su obsesión: ella. Ella es la idée fixe, la amada ideal que se proyecta en la obra a través de un tema que recorre los cinco movimientos, transformándose musicalmente de acuerdo al rol que va deempeñando en el argumento. Esta idée fixe es un precedente (veinte años atrás) del Leitmotif wagneriano, emparentado con lo que por aquel entonces está haciendo Weber en la ópera alemana. Su empleo dentro de una obra instrumental es una novedad, sin duda.
La idée fixe es un tema largo que combina un gesto melódico ascendente y muy consonante (las cuatro primeras notas, despliegue de las notas de un acorde), con otro gesto basado en un descenso de cuatro notas, al que se añadirán, en las sucesivas repeticiones, frecuentes cromatismos que le dan una mayor tensión. En esa mezcla encontramos una metáfora perfecta del tópico del amor fatal: la suma del placer y el dolor, proyectados en el binomio consonancia-disonancia en la música. Wagner también llevará este principio en apologías de la locura de amor como El holandés errante o Tristán e Isolda.
Los cinco movimientos que conforman la obra son, tal y como Berlioz lo expresa, cinco “episodios en la vida de un artista”, un artista que, de acuerdo al programa del compositor, está “afectado por una enfermedad del espíritu llamada por un famoso escritor la vaguedad de las pasiones” (se refiere a Chateaubriand y su “vague des passions”, emblema de la época), algo que le ha llevado a intoxicarse con opio y a tener las alucinaciones que conforman el centro del programa. Hay que recordar que el consumo de opio era algo habitual en la época; el propio Berlioz lo utilizaba, por ejemplo, como calmante en los dolores de muelas.
Sea como fuere, ese consumo hace al personaje protagonista acceder a un “mundo fantástico” del que bebe el argumento y la música: desde los “Sueños-pasiones”, del primer movimiento a “Un bal” (un baile) en el que se desenvuelve el segundo; pasando por una “Escena en el campo”, en el tercero; escena que deriva en la “Marcha hacia el cadalso” y posterior “Sueño de una noche de Sabath” en los dos últimos movimientos.
Berlioz diseña un paisaje sonoro que nos sumerge cada escena: la música de vals en el baile en sociedad, la mítica “ranz de vaches”, tonada con la que los pastores alpinos llaman a las vacas, en medio de la inmensidad de la naturaleza; la música de marcha al estilo francés o las risotadas de las brujas en el aquelarre son algunos de los elementos que caracterizan la acción sin palabras, activando en el oyente asociaciones que le sitúan en los espacios en los que transcurre la historia, sin necesidad de palabras. Por cada uno de esos paisajes vaga la idée fixe, la amada, transformada según la situación: sofisticada en el baile, deforme como bruja del Sabath, evanescente como último recuerdo del protagonista antes de morir en el cadalso… su manejo de las características musicales de la idée-fixe transforma su apariencia y su psicología, consiguiendo hacer, sin palabras, un personaje que evoluciona y se transforma, siempre en la fantasía del compositor, haciendo patente su obsesión por ella, en cada nueva aparición.
Por último, mencionar el aspecto tímbrico, orquestal, clave y fascinante en un músico como Berlioz. El compositor aprendió a orquestar desde la vivencial, no a través de clases teóricas sino a través de su observación de la orquesta desde la primera fila del teatro de ópera (lo cuenta en sus memorias). A partir de ese aprendizaje se convirtió en una de las figuras más destacadas de la orquestación en el siglo XIX, junto a Rimsky-Korsakov. El manejo de la orquesta, no por secciones, sino por instrumentos, la combinación entre esas líneas individuales y la masa sonora (intensificada por su gusto por las grandes sonoridades -planeó una Fantástica con 130 instrumentistas en escena, pero no cabían en el escenario-), y la pericia a la hora de combinar timbres instrumentales y transformarlos a través de técnicas como el col legno (la cuerda frotada tocando con la madera del arco) son algunas de las características que lo colocan a la vanguardia de su tiempo, y lo emparentan con la primacía del color sobre la línea y el impacto dramático que, en el terreno pictórico, llevarían a cabo contemporáneos como Delacroix.
Todo esto convierte a la Sinfonía Fantástica en una obra única de una época única en la que la locura de amor se convirtió en una moda, para desgracia de amantes despechados pero para alegría del Arte, que, gracias a ella, recogió algunas de las obras maestras de la historia.
Por cierto, a Berlioz le salió bien la jugada y la señorita Smithson acabó siendo su esposa. Eso sí, la realidad se encargó de deformar aquel ideal en un infeliz matrimonio que no sobrevivió a los siete años. “El amor es eterno mientras dura”, y al final la que perduró fue la obra y no el amor.
OSCG
Flauta
Jorge García Cuenllas
Patricia Villar
Oboe
Isabel Alarcia
Alejandro González
Clarinete
Diana Gómez
Ana San Juan
Fagot
Cristina Ventoso
Borja Ocaña
Wilmer Torres
Trompa
Marcos Romea
Javier López
Pablo Bermell
Paula Gómez
Trompeta
Carlos Oropesa
Agustín Martínez
Percusión
Arturo Herrera
Diego Gómez
Ignacio Jiménez
Carlos Jiménez
Arpa
Andrea Tobio
María Valero
Violín I
Patricia Sánchez
Pablo Castellanos
Sergio Gámez
Victoria Garrido
Ana Davó
David Camelo
Ninogan Le Pabic
Daniel Poncela
Andrés Moral
Alara Müftüoğlu
Violín II
Gala Valladolid
Laura Camón
Ismael López
Diego Giménez
Estefanía Mayo
Esther Jiménez
Fabiola Saglimbeni
Laura Morote
Viola
Javier Tobal
Miriam González
Ismael García
Raquel Valladares
Sara Ramírez
Cristina Santos
Violonchelo
Iris Jugo
Peregrin Caldéz
Gaspar Kovacs
Julio Vara
Angela Rubio
Irune García
Contrabajo
Paloma Romero
Fernando Calero
Pablo Mínguez
Pablo Rincón